domingo, 9 de febrero de 2025

Pour une nuit d'amour (Edmond T. Gréville, 1946)

1946 – POUR UNE NUIT D'AMOUR ❤️ - 8/10

¡Qué cosa tan extraña! Al obtener más medios, al entrar en el sistema por la puerta grande, al beneficiarse de un guion muy estructurado y de una actriz de renombre (aunque Odette Joyeux está perfecta), parecería que Gréville ha perdido parte de su identidad. ¿En sus otras películas, el carácter descuidado de la anécdota (descuidado o anárquico) lo empujaba a superarse, a compensar las carencias de la historia con hallazgos visuales? Aquí, la sucesión de imágenes resulta sorprendentemente simple, como si Gréville recitara lecciones aprendidas de malos maestros. El cuento de Émile Zola es de una crueldad magnífica. Ya vimos lo que Baroncelli consiguió con «Rêve», apostando por la sencillez. Gréville no podía haber encontrado un personaje más idóneo que Thérèse, quien, siendo un ángel para los demás, es un demonio para sí misma. Amante de su amigo de la infancia, Pierre Colombel, lo mata porque él amenazaba con contarlo todo y, apoyándose en el amor de un criado, Julien (por fin un gran papel para el excelente Roger Blin, prácticamente el único en su carrera cinematográfica, más volcada en el teatro), lo convierte en su cómplice, haciéndole cargar con el crimen a cambio de… una noche de amor, que Julien rechaza. Honesta, Thérèse grita la verdad, pero sus padres, e incluso la Madre Superiora del convento donde se educó, la tachan de fantasía y la desprecian. Finalmente, se casa con el conde de Véteuil, a quien no ama, mientras que Julien es arrestado. Es inevitable pensar en Douce, rodada tres años antes, y no solo por Odette Joyeux: las mismas relaciones entre criados y amos, la misma problemática, el mismo final pesimista. Pero aquí Gréville sale perdiendo: con esta película ha caído en todos los vicios del cine francés de los años cuarenta: caricaturas de los personajes secundarios, maniqueísmo, frases de autor (aunque algunas son realmente brillantes o divertidas). Y, sin embargo, la película permanece en la memoria, quizá por la fuerza del tema, por Odette Joyeux y Roger Blin, y también por algunos momentos de gran acierto visual.




Paul Vecchiali (En "L'encinécloplédie", 2010)

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