Tercera película de la serie de siete melodramas de
Matarazzo, protagonizada por Yvonne Sanson y Amedeo Nazzari y realizada entre
1950 y 1958. Los hijos de nadie es
una extraordinaria amplificación sinfónica y lírica de los temas y situaciones
presentes a lo largo de la serie. Aquí, son llevados al límite de su
intensidad, con una pizca de delirio barroco que alcanzará su apogeo en Torna (Vuelve a mi vida, 1954), la quinta película de la serie y la única
en color. A diferencia de la condensación dramática de Catene, el tiempo desempeña un papel primordial en Los hijos de nadie, y la fuerza
melodramática de la historia progresa a través de una profusión de
acontecimientos que la alimentan y confieren a la película un auténtico aspecto
novelesco. La naturaleza desempeña un papel importante en el drama, y las
montañas y grutas de Carrara rodean la acción al tiempo que le confieren una
especie de alcance trágico. El tema de la separación de los protagonistas
(fundamental en toda la serie) también tiene una expresión reducida en Los hijos de nadie, ya que en la mayoría
de las secuencias los tres héroes (el padre, la madre y el hijo) llevan vidas
separadas, cruzándose con los otros dos sin reconocerlos ni ser reconocidos por
ellos. De hecho, la Providencia proporciona a estos personajes extraños
encuentros a ciegas, como en la soberbia secuencia en la que el niño da de
beber de sus manos a la monja con la que se ha cruzado delante de la fuente,
que no sabe que es su madre, y que ella misma ignora que acaba de encontrarse en
presencia de su hijo. El estilo sereno y límpido de Matarazzo no tiene nada de
barroco, y se contenta con dejar que el contenido barroco de las escenas crezca
y explote, como en el único encuentro de los tres personajes en la penúltima
secuencia de la película. Incluso en esta secuencia, el niño moribundo es
incapaz de reconocer a su madre y pide a Sor Addolorata, que aparece en ambas
películas como una aparición, que le
guíe hasta ella. Dejando a la pareja de héroes al final de la historia en el
punto álgido de su dolor e inestabilidad -algo bastante inusual en el género-,
la película exigía una secuela. Ésta se produjo cuatro años más tarde en L'Angelo bianco (El ángel blanco), sexto título de la serie Nazzari-Sanson.
N.B. En los años veinte, la Titanus ya había producido una
exitosa adaptación de la novela de Ruggero Rindi I figli di nessuno (1921), dirigida por Ubaldo Maria Del Colle y
protagonizada por Leda Gys en el papel de Luisa. Esta larguísima versión
constaba de tres partes: 1) L'inferno bianco;
2) Suor Dolore; 3) Balilla. La acción es bastante similar a
la de la versión de 1951, pero Aldo De Benedetti y Matarazzo la ajustaron
magistralmente. En la versión muda, el personaje de Luisa muere al final.
Matarazzo y Aldo De Benedetti optaron por dejarla con vida, sin duda para no
matar a la actriz como heroína de la serie y quizás para abrir la posibilidad
de una secuela de esta historia en particular. Otra adaptación de la novela de
Rindi, también producida por la Titanus, fue L'angelo bianco, dirigida por Giulio Antamoro y Federico Sinibaldi
(1943).
Jacques Lourcelles
"Dictionnaire du Cinéma - Les Films" (Ed. Robert Laffont, 1992)
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